viernes, 18 de diciembre de 2009

Punto rojo

Llevaba mucho tiempo sintiendo el calor de ese punto rojo en cualquier punto vulnerable de sí, el suficiente para que centenares de personas le preguntarán si no se sentía incomodo o aterrado por ello: saber que cada momento podría no tener más transcendencia… Muchos en esas condiciones no saldrían de casa, y de ello estaba bien seguro. Pero él siempre respondía que se había acostumbrado a estar en el punto de mira, y que en realidad no temía ni se incomodaba, sino que lo que sentía era nervio, nervio por estar esperando el día en que no podría volver a sentir el punzante calor rojo y el sudor frio de quienes pasaban demasiado cerca de él. Porque en el fondo sabía muy bien con qué le unía el hilo luminoso y deseaba con fuerza que tuviera, por fin, el valor de acabar con sí mismo, de una vez y por siempre. Si no sólo sería un iluso más.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sandman

Durante el entierro de su hijo, la madre de Piter se veía muy afectada. No se merecía eso, decía. Pero la mayoría de personas de aquel pueblucho perdido en la montaña sabían que todo tenía un porqué, y que Piter debería haber obedecido a su madre.

Una noche, Piter estaba sentado en cuclillas junto a la chimenea, frente a él, el abuelo postrado en su cómoda y tapado con una gruesa manta de color polvo carraspeaba en una breve pausa. Piter escuchaba boquiabierto las historias del abuelo; Cada noche, el abuelo le contaba un cuento de fantasía, que a su vez le había contado su abuelo. Así Piter pasaba el rato, todos los días, después de cenar.

Cuando Madre le dijo que era muy tarde y que se acostara, Piter le pidió que dejara terminar al abuelo. Tan buen punto el abuelo acabó Piter le pidió otra historia y otra y otra…
Su madre impacientada le dijo: Si te acuestas más tarde de media noche ya sabes quien vendrá. Pero Piter creía que eso era un cuento, si más no como los que contaba su abuelo.

Finalmente Piter se fue a dormir, eran mas tarde de las doce y eso le inquietaba, el cuento del hombre de arena le rondaba la cabeza. Los cuentos del abuelo los conocía el abuelo, pero el cuento del hombre de arena era conocido en todo el pueblo. ¿Y si era verdad?

Piter se cambió la camiseta sudada por otra de mas sudada, pero al fin y al cabo era la de dormir. Cuando se metió en la cama miró hacia todas las esquinas antes de tumbarse por completo. Al poco de apagar el candil oyó pasos que subían las escaleras, se tapó la cabeza algo asustado, tan solo podía pensar en el hombre de arena, sentía como entraba por la puerta, como se acercaba a la cama, como cogía la parte superior de la manta y…
¿¡Mama!?
Hijo, no te tapes tanto, no sea que te ahogues.
Piter respiraba acelerado, la frente le brillaba de sudor de miedo y le temblaba el labio superior. Pronto se calmó, se acurrucó de lado y su madre le dio un beso en la mejilla. El ultimo beso.
Cuando Madre cerró la puerta tras de si, una sombra se deslizó sigilosa alrededor de la cama hasta situarse a la altura de la cabecera. El hombre de arena observaba a Piter con aire goloso.

A la mañana siguiente Madre subió las escaleras corriendo, el rastro de arenillas que quedó en los escalones le hizo pensar en lo peor, cuando abrió la puerta encontró a su hijo muerto sobre la cama, sus ojos ahora colgaban del pico del pájaro del reloj de cuco.

Aurum

En el folclore anglosajón “sandman” está representado por un hombre pájaro que tira arena a los ojos a los niños malos para luego arrancárselos y dárselos de comer a sus crías. Por otro lado también algún cuento habla de un ser etéreo que deja caer un polvillo arenoso sobre los ojos de los niños para que tengan sueños hermosos.

lunes, 30 de noviembre de 2009

La casita del Lago

Rebeca llevaba años soñando con volver a la casita del largo, esa casita que se encontraba perdida en algún lugar del valle. Y que desde que en su decimo verano la encontró, pasaba la mayor parte de las vacaciones de verano intentando dar con ella.

Este año, pero, iba a ser diferente, este año seguro que encontraba la casita del lago y no porque supiera dónde estaba, sino porque sabía dónde no estaba.

Tardo tres días y dos noches en encontrarla y allí estaba igual que la última vez, sólo que un poco más vieja. Corrió para llegar a la puerta y echar un vistazo en su interior, al entrar dio una vuelta sobre si misma para contemplar el interior: seguía amueblada, llena de polvo y en la mesa aún estaba el osito de peluche al que diez años antes había prometido que volvía enseguida.

- Hola Trabels

Empezó a recorrer la casa, recordando todos los rincones e imaginando como sería vivir en ella. Pasó un dedo por encima el fregadero y se llevo con él una línea de polvo que se plegó formando una bola mal hecha en la yema del dedo, se frotó con otro dedo para deshacerse de polvo y miró de soslayo por la ventana. Algo hizo que volviera a mirar pero esta vez con atención: había un pequeño embarcadero de madera en el lago, justo frente a la ventana, no lo recordaba, pero posiblemente eso fuera porque la primera vez que estuvo en esa casa no alcanzaba a ver por la ventana. Pero lo que realmente le llamó la atención fue que Trabels estaba sentado en él. Dio un giro seco con su cabeza para ver la superficie de la mesa y comprobar que Trabels no estaba en ella.

El corazón le dio un vuelco, había visto muchas películas de muñecos que caminan solos, pero nunca lo había creído posible. Volvió a mirar por la ventana y echó a correr hacia el embarcadero. “No puede ser, es imposible” estaba dispuesta a comprobar por si misma si Trabels se había movido solo o no.

Salió por la puerta, volteó el lado de la casa, bajó de un salto el pequeño nivel que separaba la casa del lago, pero cuando llego al embarcadero Trabels no estaba en él y oyó cerrarse violentamente la puerta de la casa.
Volvió a ella, y a medida que se acercaba reducía el paso, cada vez tenía más curiosidad, pero menos ganas de satisfacerla. Llego a la puerta de madera, agarró la cuerda que hacía de pomo y en ese momento oyó un fuerte golpe al otro lado de la puerta que le hizo gritar y echar su cuerpo atrás, después del golpe sólo se oían arañazos a la puerta, estaba tan asustada que no se atrevía a moverse, siquiera a llorar aunque tenía los ojos húmedos de miedo, las rascadas seguían y se acompañaron de un agudo sollozo de cachorro.

En ese momento recobró el valor para abrir la puerta. De la casa salió un perro que corrió unos metros y luego se paró a olfatear.

Ahora, tenía el corazón más tranquilo auqnue seguía notando el pulso en su cuello y aún le temblaban las mano “idiota”, bajó la vista y allí estaba Trabels, tirado en el suelo y algo mojado. Lo recogió y lo volvió a colocar sobre la mesa.

- Volveré pronto, Trabels, supongo que ya has hecho de esta tu casa, así que suerte.

Volvió a abandonar la casa para regresar a la parte turística del valle, y el perro la siguió primero corrió hasta ella con el rabo entre las piernas como si aun estuviera asustado de haberse quedado encerrado, luego empezó a corretear por el camino “si no tiene dueño le llamaré Trabels”.

- Hasta pronto Rebe, gracias por llevarte al baboso.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Carta a RRHH

A la atención de Recursos Humanos:

Hace años que siento dentro de mí el impulso de escribir esta carta de demanda, a pesar de ello, la gratificación que produce mi empleo me ha impedido mandarla. Pero finalmente el vaso ha colmado.

Trabajo bajo condiciones abusivas, yo y mis otros cinco compañeros.

La jornada laboral abarca más de veinticuatro horas, por lo que no es de extrañas que nos descubra el amanecer todavía trabajando, y lo que es peor, bajo el frió de la noche no se nos proporciona ninguna especie de abrigo de la empresa ni nada parecido.
Las condiciones de trabajo son también peligrosas, en mi caso ya he desarrollado un pequeño tumor.
Trabajamos fuera del perímetro permitido y los costes de transporte no se nos pagan.

Agradecería que ustedes, RRHH, hicieran algo al respecto.

ATT Rudolf.

Gloria eterna

No sabía cuántos años habían pasado desde el desafortunado encuentro con el "crio" que causo que su gloria terminara como la de cualquier otro y simple mortal más: en un palmo de tierra, y convertido en un banquete para gusanos y pequeños bichos desconocidos. Pero ahora, años o quizá siglos después, su furia, su rabia y su sed de venganza reconstruían aquel cuerpo ya descompuesto como una masa de barro, hierbas, cadáveres humanos putrefactos e insectos y lo alzaban en pie para terminar con a la emperatriz del tiempo... una vez más.

- Quién anda ahí?!

Lo cierto es que un montón de tierra no suele hablar, pero la curiosidad y la inseguridad de un hombre pueden hablar por ella.

- Qué…Quién anda ahí?!

Cada vez tenía más cerca su próximo cuerpo, no era más que unas carnes con olor a tabaco y a menta, algo vulgar, pero le serviría.

El vigilante nocturno, sostenía con una mano una linterna que apenas iluminaba, y palpaba con la otra mano algo en su bolsillo. La luz de la linterna tintineó, el guarda la agitó nervioso y entonces vio algo que le hizo gritar y le paralizo, el grito se ahogo en el espeso silencio, y como si el barro fuera agua en un intento de apagar el fuego, se abalanzo sobre él, le cubrió todas las cavidades, le estrujó las pieles asfixiándole hasta el punto de voltearle los ojos y finalmente el alma fue sustituida por la recién nacida.

Ahora ya tenía cuerpo, pero esos ojos no le servían.