Llevaba mucho tiempo sintiendo el calor de ese punto rojo en cualquier punto vulnerable de sí, el suficiente para que centenares de personas le preguntarán si no se sentía incomodo o aterrado por ello: saber que cada momento podría no tener más transcendencia… Muchos en esas condiciones no saldrían de casa, y de ello estaba bien seguro. Pero él siempre respondía que se había acostumbrado a estar en el punto de mira, y que en realidad no temía ni se incomodaba, sino que lo que sentía era nervio, nervio por estar esperando el día en que no podría volver a sentir el punzante calor rojo y el sudor frio de quienes pasaban demasiado cerca de él. Porque en el fondo sabía muy bien con qué le unía el hilo luminoso y deseaba con fuerza que tuviera, por fin, el valor de acabar con sí mismo, de una vez y por siempre. Si no sólo sería un iluso más.
Sera el Padre Gregori?
ResponderEliminarOh, olvidaba que no tiene puntero... hum...
CARNI ON ETS!